Últimamente, con la extendida fiebre del Gin Tonic, todo el mundo quiere tener un mueble-bar de lo más lujoso en su comedor o salón.
Lo que antes era un mueble snob dirigido a los ricachones en batín de las pelis americanas que tomaban un whisky con hielo antes de irse a dormir, hoy se ha convertido en un rincón muy cool y molón cuando traes visitas a casa y te las das de maestr@ de la coctelería.
Y en realidad, tener un mueble-bar en casa no es nada caro: cualquier mesita, cómoda, bandeja con ruedas o estantería pueden hacer las veces de camarera ante nuestras sedientas visitas.
¿Cómo improvisar una camarera de andar por casa?
Organizar un mueble-bar es muy sencillo. Tan solo debemos seleccionar nuestras botellas más preciadas y algunos complementos más como copas, hielo o servilletas para poder servir las exquisitas bebidas a nuestros invitados.
Este mueble puede estar presente en nuestro comedor de forma continua o también podemos darle este uso solo cuando tengamos visitas. Yo personalmente prefiero la segunda opción, porque es muy pesado tener un mueble lleno de botellas y copas que debemos de limpiar regularmente para que no se ensucien de polvo.
Vitrina o armario para las bebidas
Aunque si sois perezosos como yo, lo mejor es mantener nuestras bebidas en un armario cerrado o en una vitrina (si es que queremos tenerlas a la vista). De esta forma, las botellas no se llenarán tanto de polvo como si las tuviésemos al descubierto. Y las tendremos igual de a mano en el salón que si las tenemos en la más «cuqui» de las camareras.

En este aspecto, yo siempre he tenido una idea muy clara: los armarios cerrados son la mejor elección a la hora de limpiar. Está claro que tal vez no sean tan luminosos o decorativos como las estanterías abiertas; pero sin duda, el tiempo de limpieza de las cosas cuando están a buen recaudo es mucho menor; y el tiempo, querid@s amig@s… ¡es oro!

Ainssssss… ¿Os habéis dado cuenta de que cada vez que saco la cámara, a Sauron le encanta boicotear mis sesiones de fotografía chupando cámara?
Y después de mis cavilaciones y opiniones sobre los muebles-bar, os contaré un secreto: yo no bebo nunca. Sssssshhhhh…
Bueno… Nunca, nunca es una palabra muy fuerte: algún chupitín de cremita de orujo tomo cuando vienen las visitas. Pero no me gusta el alcohol a no ser que tenga un sabor muy dulce (vamos… que no sepa a alcohol, jeje). Así que todas estas botellas que veis en las fotos son pácticamente íntegras para las visitas. Jajajaja, ¡Qué pringadilla! ¿no? La que invita a alcohol y nunca bebe… soy un chollo.
Hasta el próximo post amig@s. Y recordad no excederos demasiado con el alcohol en vuestras noches locas. Un beso a tod@s.