Adoro Andalucía: su clima, su gente, su gastronomía… ¡y también su forma de decorar! Así que esta Semana Santa volví a visitar mi amada Córdoba. Fue un viaje muy inspirador, y en este post os dejo algunas de mis impresiones.
Mi viaje a Córdoba
Ya de camino, desde la carretera, se fue haciendo notable que nos encontrábamos en la Comunidad Autónoma española de más salero.


Al llegar a Córdoba, enseguida me encontré con esa magia sureña y esa luz característica de Andalucía que me tiene prendada de esta tierra.

Luz, luz y más luz. ¡cómo disfruté de mi primer día del año a 30 grados! Ainsssssss… huele ya a verano.

Córdoba tiene una fuerte influencia musulmana que se debe a los asentamientos califales que existieron allí durante varios siglos.

Su mezquita, convertida hoy en día en catedral, combina el cristianismo y el islam de una forma tan fascinante que la convierte inevitablemente en un monumento único en el mundo.

Decoración andalusí
Los estilos mudéjar y mozárabe, tan típicos de Andalucía, conservan elementos cristianos incorporando también ornamentación árabe. En Córdoba se respira esa influencia en casi cualquier rincón: lámparas, almenas, techos, espejos, vegetación… ¡Me llevaría todos estos complementos para mi comedor de estilo árabe!
La vegetación es muy importante en la decoración andalusí. Por eso muchas de sus blancas calles están engalanadas con macetas (predominantemente azules) llenas de flores.

Luz, plantas, flores, agua… Así eran los jardines del Alcázar de los Reyes Católicos.

No obstante, el estilo mozárabe no es el único que se respira en Córdoba. También encontramos detalles florales, jardines, arcos y patios en esta casa sefardí: una cultura que también tuvo mucha presencia en Córdoba durante algún tiempo.

Patios judíos, patios andaluces, patios árabes… Muchos estilos juntos se dan la mano en Córdoba.

Gastronomía cordobesa
Y no solo disfruté de la decoración andaluza, también de su gastronomía.
Ya desde el desayuno todo es una fiesta: ¡churros! Madre mía, en la ciudad donde yo vivo no hay churros para desayunar casi en ningún sitio, por lo que para mí es una alegría encontrarme con este dulce en cualquier lugar. Por cierto, que es un dulce bien sencillo: ¿sabíais que solo está hecho de una masa de harina y agua fritas?

¿Y qué hay más típico en la gastronomía cordobesa que un buen salmorejo? Es un aperitivo ligero, refrescante y muy saludable: ¡simplemente genial!

Otras cosas típicas que pude probar y de las que guardo un buen recuerdo son el rabo de toro, las berenjenas califales, las croquetas de boletus de la Taberna Ziryab o la presa ibérica con verduras. Todo ello lo probamos en el local de Bodegas Mezquita que se encuentra detrás de la catedral. La comida estaba muy rica y el trato fue exquisito, ¡tanto que repetimos asistencia al día siguiente!

Y para después de comer, una infusión. ¡Y hasta las infusiones que podemos encontrar en las tiendas de la judería, nos evocan tierras exóticas y nos hacen imaginarnos cómo fue la cosmopolita vida en estos barrios durante el esplendor de la ciudad! Sus variadas especias de colores (aún hoy presentes en algunos platos) también nos transportan a ese carácter mozárabe de la ciudad.

En definitiva: Córdoba es una ciudad para vivirla, comerla y admirarla. Si alguna vez vais, espero que podáis disfrutarla tanto como yo, buceando entre sus detalles y sus secretos.
Un abrazo a tod@s y hasta el próximo post.