Hace un mes viajé a Asturias. Uno de los recuerdos que me traje fueron un par de quesos típicos de allí. Por supuesto, quería compartirlos con la familia pero no quería que se convirtiesen en el típico queso muerto de risa en la nevera que nadie se come pero tienes el compromiso de acabarlo porque te lo han regalado. ¡Quería que fuese un queso apetecible para comerlo!
¿Y cómo me las he ingeniado para conseguirlo? Haciendo que sea un queso para comer a poquitos. ¿Cómo? Pues regalando un queso ya troceado :)
Tal vez esto sea de perogrullo, pero la pereza de tener que abrir un queso y partirlo suele ser la razón principal de no encontrar nunca el momento para tomarlo. No hay nada más cómodo como destapar una fiambrera y tenerlo todo listo para comer, ¿verdad?
Pues esto que parece tan básico fue la esencia de este regalo para el santo de mi mami.
¿Qué necesitamos?
- Unas cuantas fiambreras (yo siempre que puedo las compro de cristal con tapa hermética)
- Una bandeja o fuente para aunarlo todo
- ¡Y quesos!
¿Cómo lo presentamos?
¡Con mussho arte! Jeje. En primer lugar quería que fuese un regalo práctico. Al principio iba buscando una fuente con diferentes compartimentos para hacer una degustación de quesos. Pero luego pensé que por qué no hacerlo más práctico: un recipiente para poder taparlo si no se consumía todo el queso y guardarlo en la nevera. ¿Conclusión? A veces la respuesta más sencilla es la más acertada, y en este caso, guardar el queso a trocitos en pequeñas fiambreras era la mejor opción.
Añadí una bandeja de madera para hacer el regalo más presentable y ¡material listo para la degustación!
*Tanto las fiambreras como la bandeja las adquirí en tiendas Casa.
Preparación de los quesos:
Hay quesos a los que les va bien ser cortados en cuñas, pero hay otros que van mejor a taquitos. En este caso, cada queso tenía el corte que consideré más apropiado para su degustación.
¡Ah! Y entraron en juego dos quesos más que trajo mi suegra de Menorca. Durante un viaje a Formentera probé un queso de Mahón en aceite de oliva y me enamoró. Así que en cuanto vi esos quesos mi mente ya había determinado que los conservaría en aceite. Mmmmmm… Qué ricos que iban a estar.
¿Resultado? Cuatro quesos diferentes o cuatro formas distintas de presentarlos: en cuñas, a daditos, en bastones con aceite de oliva y en bastones con aceite de oliva y orégano.
Pero… ¿y cómo distinguimos cada queso? Muy fácil. Hice una foto de cada uno de los quesos cuando estaba entero, la imprimí y plastifiqué y la pegué con adhesivo en la tapa de cada fiambrera. Voilà!
Una vez más, las cosas sencillas son las que traen mejores resultados.
¿Lo probaréis? Porfi, contadme vuestros resultados y las reacciones que tuvieron vuestros familiares. Me haréis muy feliz :)